Una cuarta parte de todos los vehículos vendidos en el mundo hoy en día son eléctricos, y la tendencia crece de manera acelerada, en especial en China, en Europa, y en numerosos países en vías de desarrollo en África, Asia y América Latina. Los autos eléctricos no sólo tienen grandes ventajas de eficiencia energética, sino que permiten abatir la contaminación atmosférica en las grandes ciudades, además de representar un paso clave en la lucha contra el calentamiento global. Más aún, en muchos casos ya son más baratos que los autos de combustión interna dados avances tecnológicos asombrosos y grandes economías de escala logradas en China. Esto, no sólo en su precio de adquisición, sino en su costo nivelado, incluyendo operación, a lo largo de su vida útil. En México, ya más del 10% de las ventas son de vehículos híbridos, híbridos enchufables o eléctricos puros. Aunque su crecimiento será entorpecido por los nuevos aranceles que el gobierno mexicano ha impuesto, a costa del bolsillo de los consumidores, a los autos chinos. Pero no por mucho tiempo; sólo se retrasará la tendencia. En 2025 las ventas totales de vehículos eléctricos en el mundo rebasarán 20 millones de unidades. En Estados Unidos todavía la penetración de vehículos eléctricos es relativamente baja, debido a las preferencias de los consumidores en ese país por vehículos monstruosos y muy pesados, cuya electrificación es más costosa relativamente. También, por el desmantelamiento de incentivos llevado a cabo por el presidente Trump. Las ventas de autos eléctricos siguen una curva logística en forma de “S” en la que al inicio su adopción es lenta, luego crece de manera exponencial, y después de forma asintótica hasta alcanzar un nivel de saturación cercano al 100%. (En Noruega, ya el 90% de todos los autos vendidos son eléctricos, en China, casi el 50%). Las baterías de los vehículos eléctricos tienen una vida media de entre ocho y doce años, por lo que la cantidad de baterías descartadas también crecerá exponencialmente.
El volumen de baterías requeridas por el parque vehicular global se triplicará hacia el 2030, y habrá más de 25 millones de toneladas de baterías descartadas en el 2040, de acuerdo a estimaciones del World Resources Institute. ¿Qué hacer con ellas? Se consideran residuos peligrosos dado su potencial para contaminar suelos y acuíferos, dañar la salud humana y representar diversos riesgos ambientales, como incendios de difícil control que pueden generar sustancias y gases tóxicos. Desde luego, tirarlas en rellenos sanitarios sería una gran irresponsabilidad que debe impedirse. Una vez que un auto eléctrico reduce su autonomía y aumenta su tiempo de recarga de manera notable, las baterías deben retirarse y sustituirse. Afortunadamente pueden y deben reciclarse. Y, algo importante: al final de su vida útil en los vehículos aún retienen entre el 70% y el 80% de su capacidad de almacenamiento original de energía. Esto abre la posibilidad de darles otro uso, por ejemplo, como centrales de baterías para plantas eléctricas intermitentes eólicas y solares. Estas son capaces de almacenar energía excedente producida durante el día en centrales solares o en temporadas de mucho viento en centrales eólicas, misma que se inyectaría a la red eléctrica en las noches o en días sin suficiente viento. Más aún, con tales centrales de baterías es posible almacenar energía en horarios de precios bajos por kilowatt hora para venderla en horarios pico de precios elevados. Es un gran negocio que ayuda a la estabilidad de las redes eléctricas. Tanto para el reciclaje como para el reuso, las baterías deben ser colectadas en centros de acopio, evaluadas, acondicionadas o desarmadas por manos expertas, lo que requiere de empresas especializadas y de técnicos capacitados exprofeso para ello. ¿Quién se hará responsable? Desde luego los productores de baterías o los mismos constructores de vehículos eléctricos a través de un esquema de Responsabilidad Extendida del Productor (como debería ser el caso con todos los residuos), o a través de un Sistema de Depósito-Reembolso. Este último implica que el comprador de un vehículo eléctrico paga un cierto porcentaje de su valor para financiar el acopio, reciclaje o reuso de las baterías. Esto ocurre, por ejemplo, en países europeos con el sistema del Punto Verde, donde las empresas productoras de envases y empaques de productos de consumo se hacen responsables de su acopio y reciclaje, o aprovechamiento energético en plantas cementeras. Debe existir una autoridad y regulaciones específicas. Significa crear todo un ecosistema de mercado de acopio y recolección, almacenamiento, reciclaje y reuso, con los concesionarios de venta de vehículos eléctricos, empresas especializadas en reciclaje, fabricantes de baterías, y constructores de centrales de almacenamiento de energía. Esto va a implicar, desde luego, comercio internacional de baterías usadas o descartadas, en la medida en que cada país desarrolle ventajas comparativas en cada uno de los eslabones de la cadena de valor. ¿Hará algo la Semarnat al respecto?

