A pesar de la presión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva sobre los líderes de la Unión Europea (UE) para que se firmara en Brasil el 20 de diciembre el tratado de libre comercio con el Mercosur, como estaba agendado, las protestas de granjeros de varios países en Bruselas hicieron que se pospusiera el evento por lo menos hasta enero, sin que se tenga una fecha definitiva. Cuando Lula habló por teléfono el viernes 19 con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, una de las principales opositoras a la firma, le dijo que sin voluntad política y coraje del liderazgo europeo será imposible terminar una negociación que tiene 26 años, luego de recibir una carta de la cúpula de la UE que plantea nuevos ajustes al texto acordado en diciembre del año pasado.
La Comisión Europea quería que el pacto quedara listo hace dos semanas, pero esto fue imposible luego que Italia se sumó a Francia para exigir un aplazamiento con el fin de buscar mayor protección para el sector agrícola. Los granjeros de varios países -principalmente de Francia, Polonia, Austria, Bélgica y los Países Bajos- exigen cláusulas adicionales que garanticen que los países sudamericanos cumplan con las estrictas reglas para la protección y conservación del medio ambiente europeo, a los que se han unido diversas organizaciones no gubernamentales como Greenpeace y Ecologistas en Acción y redes como La Vía Campesina, que consideran que el tratado promoverá la deforestación en Sudamérica y favorecerá a las grandes multinacionales sobre los pequeños productores.
La oposición de los sectores agrícolas europeos ha crecido en los últimos meses a raíz de los aranceles impuestos por Estados Unidos y las constantes amenazas de nuevos gravámenes que han generado mucha incertidumbre en el mercado. Los granjeros europeos consideran el posible acuerdo con Mercosur como una fuente adicional que reduzca sus ventas de carne, hortalizas, frutas y ciertos lácteos, cuando hoy tienen márgenes muy pequeños de ganancia debido a los costos que genera el cumplimiento de la normatividad de la comunidad. Al inicio de su primer periodo de gobierno, Trump detuvo las negociaciones del TLC entre la Unión Americana y la UE, iniciadas por Obama, que pudieron generar la mayor zona de libre comercio en el mundo, y desde entonces la participación de mercado de la UE en Estados Unidos ha caído paulatinamente.
La discusión sobre la posible firma del tratado comercial con Mercosur trajo también a la mesa la firma de la actualización del tratado con México, agendada para febrero en la ciudad de México. El nuevo tratado eliminará los aranceles a productos de exportación importantes para la UE, como el queso, aves de corral, carne de puerco, pastas alimenticias, manzanas, confituras, mermeladas, chocolate y el vino y otorgará la protección de la denominación de origen a 568 productos al mismo tiempo que incluye nuevos capítulos sobre comercio digital, inversión, Pymes, Transparencia y Sostenibilidad.
Sin embargo, aun cuando la Comisión Europea presentó al Consejo a principios de septiembre la propuesta para la firma y celebración del Acuerdo Global Modernizado UE-México, como parte fundamental de la estrategia para diversificar las relaciones comerciales de la comunidad, las discusiones más recientes en el parlamento europeo han girado alrededor de las garantías que ofrece el gobierno mexicano para implementar y hacer cumplir el nuevo tratado, considerando los problemas relacionados con el cumplimiento del TMEC. Sobre todo, que el texto acordado se terminó antes de la reforma judicial y de la eliminación de varias agencias reguladoras. Al parecer, la visita del presidente Macron a Palacio Nacional no tuvo el éxito que esperaban.
Por otra parte, los aranceles que el gobierno mexicano aplicó a países con los que no tiene un tratado de libre comercio generó nuevas preocupaciones en el Comité de Comercio Internacional del parlamento europeo al abrir la posibilidad de que México siga en el futuro políticas proteccionistas en respuesta a presiones de Washington, aun cuando el TMEC no sea una unión aduanera. La firma de la actualización del tratado del año 2000 evitaría ciertas sorpresas a los exportadores europeos interesados en México, aunque el gobierno de Sheinbaum no cuenta con una política comercial definida, sino que esta tiende a responder a los caprichos de Trump, y el congreso está controlado también por Morena, lo que no es propicio para generar un entorno que ofrezca certeza para nuevos negocios.


