Vista de la tribu tehuelche del cacique Orqueke. 1883. “Algunos de los hombres tienen –signo del dolor– pintadas las caras con franjas negras. Órkeke da realce Vista de la tribu tehuelche del cacique Orqueke. 1883. “Algunos de los hombres tienen –signo del dolor– pintadas las caras con franjas negras. Órkeke da realce

El cacique que fue apresado por error y paseado por Buenos Aires como distinguido visitante

2025/12/14 14:00

El pacífico cacique tehuelche Örqueke (Olkeke u Ölkelken) realizó dos viajes a Buenos Aires. En el primero de ellos, en 1867, fue retratado en un lugar impreciso de la ciudad junto a otros caciques patagónicos. De la segunda visita (obligada), en 1883, cuando llega a la ciudad en calidad de “preso de guerra”, para luego transformarse en distinguido visitante de la sociedad porteña, no hay imágenes suyas, pero sí de su gente.

El 19 de julio de ese año (1883), fueron tomados prisioneros y desalojados de sus toldos, 17 varones y 37 mujeres y niños de su comunidad, en las cercanías de las Salinas, próximo a Puerto Deseado por tropas del Ejército Argentino.

Diez días después de este resabio de lo que fuera la “Campaña del Desierto” fueron embarcados a la fuerza en el vapor Villarino de la Armada Nacional y alojados en los cuarteles militares de Retiro.

La “chusma” de Orqueke. La foto fue tomada en 1883 por Carlos Luis Spegazzini.

En el muelle de la Boca, la gente miraba con curiosidad a “los salvajes”. Ansiosa esperaba para poder repartirse los niños y las chinas jóvenes para las tareas domésticas.

Uno de los tehuelches detenidos, Gencho, identificado también como Cohuano o Guestre, al enterarse de que los hijos de la comunidad iban a ser separados de sus padres para ser entregados a familias porteñas, con una cuchilla en mano amenazó con degollarlos. Las gestiones del capital Luis Piedra Buena y de Federico Spurr calmaron la situación. “Esta remesa no será distribuida como las anteriores”, escribió el cronista Nicanor Larrain.

Los diarios La Prensa y La Nación presionaban sobre la opinión pública. Sostenían que se trataba de una tribu mansa y que era injustificable la acción militar que el coronel Lorenzo Vintter, gobernador de la Patagonia, encomendó al teniente coronel Lino Oris de Roa.

Comprendido “el error” en las esferas oficiales, de cautivos pasaron a ser declarados “huéspedes”. El presidente de la Nación, Julio Argentino Roca recibió en su despacho de la Casa de Gobierno al cacique Örqueke, le dio dinero y lo invitó a fumar habanos.

Para agasajarlos y deshacer el entuerto, los tehuelches visitaron el zoológico, el circo Humberto I y pasearon en tramway por la capital de los argentinos. En el zoológico, Orqueke se llevó una de las grandes sorpresas que deparaba la gran ciudad. Vio un ejemplar de avestruz africano. Una especie gigante comparada con los “oiu” (choiques) de su tierra.

Invitados por Ramón Lista, presidente de la Sociedad Geográfica Argentina, y el embajador español en Buenos Aires, don Juan Durán y Cuervo, conocieron dos reductos de la noche porteña: El teatro “La Alegría”, donde los tehuelches invitados a subir al escenario fueron ovacionados por el auditorio. También visitaron el café París. Entre zarzuelas, discursos y banquetes fueron presentados y exhibidos al público argentino. Algunos avispados empresarios de circo propusieron contratarlos, pero el gobierno no dio la autorización.

Un capitanejo tehuelche, junto a la mujer de Orqueke y su hija Meka.

La máscara de la tragedia apareció con ironía en este enredo político-militar que involucraba a importantes autoridades de la Nación, pues a los anfitriones se les murió en Buenos Aires el pacífico cacique tehuelche, quien fuera colaborador de los colonos, compañero del expedicionario George Musters, amigo de Piedra Buena y de los gobernadores Carlos Moyano y Ramón Lista. Ya no podría volver a la Patagonia: falleció en la gran ciudad de pulmonía.

Su cuerpo, retirado de la cama 39, sala primera del hospital Militar, fue disecado por un grupo de estudiantes para llevarlo a una vitrina de exposición en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. En el viaje su osamenta se perdió y hasta el día de hoy se desconoce el paradero de sus restos.

La muerte de Örqueke no fue el punto final de las tribulaciones de su comunidad. Al otro día fueron sometidos a una tediosa sesión fotográfica que comenta La Nación y el periódico El Diario.

Después de las fotografías ordenadas por el botánico ítalo-argentino Carlos Luis Spegazzini, el Gobierno Nacional no cumplió con la promesa de devolverlos a su tierra: un grupo de hábiles jinetes tehuelches fue utilizado para llevar ganado al sur. El resto quedaron como fantasmas en el cuartel o dispersos sin identidad en una sociedad que los invisibiliza.

Osvaldo L. Mondelo es periodista diplomado (UNLP), ex docente universitario y autor del reciente libro Mulato (Chümjaluwun).

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