Como todo año que se va, llega el momento de los balances de lo hecho y las perspectivas de lo que vendrá. El agro no es la excepción a esta instancia, en un contexto donde en el sector crecen las expectativas por la mayor apertura de nuevos mercados de exportación y una paulatina baja de la presión impositiva. En este escenario, sin duda que la incorporación de nuevas tecnologías, algo que en los últimos años tuvo una aceleración, será clave para que el sector pueda potenciar su producción y aprovechar al máximo este clima favorable.
En 2025 se vio cómo la inteligencia artificial (IA) empezó a pasar de la teoría a la práctica dentro del agro. Después de varios años de expectativas, el sector volvió a poner el foco en lo que realmente importa: qué tecnologías generan valor concreto y comprobable en el campo. El agro sigue siendo un negocio de alto riesgo, donde nada se adopta solo por novedad. En ese contexto, crecieron las soluciones orientadas a entender mejor el ambiente, integrar datos complejos y reducir la incertidumbre en decisiones clave de desarrollo y producción.
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Si bien no hubo grandes disrupciones a nivel tecnológico, el 2025 estuvo marcado por los avances firmes y bien fundamentados. Empezaron a consolidarse tecnologías que permiten acelerar procesos estructurales, sin romper con la lógica productiva ni con la experiencia agronómica. Entre ellas, se destacan los ensayos virtuales y los modelos computacionales, que permiten evaluar escenarios antes de llevarlos a campo. Todavía son herramientas en construcción, pero ya muestran un impacto claro en tiempos de desarrollo, eficiencia y calidad de la información.
Para las agtech, fue un año exigente y de mucho foco. El contexto económico global y regional obligó a priorizar la ejecución, la eficiencia y los resultados reales. Los inversores fueron más selectivos y eso elevó el estándar: hoy se valora menos la promesa y más la capacidad de resolver problemas concretos del agro. En ese escenario, las startups que lograron avanzar fueron las que trabajaron cerca del sector productivo y con una propuesta clara.
En el sector, uno de los principales hitos fue el avance en la incorporación de tecnología con respaldo técnico, especialmente en etapas tempranas del desarrollo de productos agrícolas. También se profundizó el interés por analizar el ambiente de forma integral, considerando no solo clima y el suelo, sino también el momento en que ocurren los eventos. Ese enfoque empieza a cambiar la forma en que se diseñan y evalúan las soluciones para el campo.
El principal avance fue una mayor apertura a herramientas basadas en datos y modelos predictivos, siempre que estén validadas y conectadas con la realidad productiva. En ese sentido, la tecnología empieza a ocupar un rol estratégico en la toma de decisiones.
De cara al 2026, el desafío más importante sigue siendo la adopción a escala. En el agro, la confianza se construye con resultados consistentes, repetibles y en colaboración con productores y empresas del sector. En este marco, el año entrante se avizora como clave para escalar tecnologías que ya demostraron valor. Mercados como Brasil y Estados Unidos seguirán siendo determinantes, no solo por su tamaño, sino porque suelen adoptar primero las soluciones que realmente funcionan.
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Para el campo, el foco estará en ganar eficiencia y reducir riesgos en un contexto cada vez más desafiante. Para las agtechs, el reto será crecer manteniendo rigor técnico, la cercanía con los productores y una mirada de largo plazo. El futuro del sector va a estar marcado por decisiones mejor informadas, ciencia aplicada y colaboración real. Las mejores oportunidades todavía están por delante, y el desafío es convertir conocimiento en impacto concreto.
El autor es CEO y cofundador de la agtech Calice


